Mis pensamientos y sentimientos

jueves, 10 de diciembre de 2009

 

Mis pensamientos y sentimientos no pueden ser encarcelados es la única forma en la que me siento mas humano (Luis Jeanny Tejeda Garcia).

Necesitamos comprender lo que es la ley de la compensación. Todo lo que se hace hay que pagarlo, pues no existe causa sin efecto, ni efecto sin causa.

Se nos ha dado libertad, libre albedrío y podemos hacer lo que queramos, pero es claro que tenemos que responder ante Dios por todos nuestros actos.

Cualquier acto de nuestra vida, bueno o malo tiene sus consecuencias. La ley de acción y consecuencia gobierna todo el curso de nuestra existencia y lo que vivimos es el resultado de lo que hicimos con anterioridad.

Es verdad que los actos del hombre los determina la herencia, la educación y el medio, pero también es verdad que el hombre tiene libre albedrío y puede modificar sus actos: educar su carácter, formar hábitos superiores, combatir debilidades, fortaleces virtudes, etc.

Por ello debemos de aprender a ser humildes y solo pedir lo que merecemos. muchas veces, reclamamos fidelidad del cónyuge cuando nosotros mismos hemos sido adúlteros, pedimos amor cuando hemos sido despiadados y crueles. Solicitamos comprensión cuando nunca hemos sabido comprender a nadie; cuando jamás hemos aprendido a ver el punto de vista ajeno.

Anhelamos dichas inmensas cuando hemos sido siempre el origen de muchas desdichas. Hubiéramos querido nacer rodeados de muchas comodidades, cuando no sabemos, brindarle a nuestros hijos un hogar y belleza.

Protestamos contra los insultadores cuando siempre hemos insultado a todos los que nos rodean. Queremos que nuestros hijos nos obedezcan cuando jamás supimos obedecer a nuestros padres. Nos molesta terriblemente la calumnia cuando nosotros siempre fuimos calumniadores y llenamos al mundo de dolor.

Nos fastidia la chismografía; no queremos que nadie murmure de nosotros, sin embargo, siempre anduvimos en chismes y murmuraciones, hablando mal del prójimo, mortificándole la vida a los demás. Es decir, siempre reclamamos lo que no hemos dado; en todas nuestras vidas anteriores hemos hecho cosas malas, pero nosotros suponemos que se nos debe dar lo mejor.

Muchos cuando sufrimos sólo nos acordamos de nuestras amarguras, deseando remediarlas, más no nos acordamos de los sufrimientos ajenos, ni remotamente pensamos en remediar las necesidades del prójimo. Este estado egoísta de nuestra existencia no sirve para nada; así lo único que conseguimos realmente es agravar los sufrimientos.

Si pensáramos en los demás, en servir a nuestros semejantes, dar de comer al hambriento, en dar de beber al sediento, en vestir al desnudo, en enseñar al que no sabe, pero somos muy egoístas y por eso es que sufrimos, nadie se acuerda de Dios ni de sus semejantes, sino cuando están en la desesperación y esto es algo que todo el mundo ha podido comprobar por sí mismo, así somos todos nosotros lamentablemente.

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