2+1 = 3

viernes, 2 de abril de 2010

 



Aunque ambos eran los más irreverentes y los más atrevidos las cosas no eran tan fáciles cuando se trataba de atracción. porque lo que había entre ellos era química en estado puro! era como si un rayo atravesara a uno por la cabeza, bajara hasta el pecho, recorrieran el estómago, el sexo, las piernas, saliendo por los pies y entrara en el otro haciendo un recorrido inverso...algo les unía aunque no quisieran admitirlo.

Él iba de flor en flor, un día con una, otro día con otra, siempre mostrando interés por las chicas mayores, inteligentes y que sabían lo que querían. El de cuerpo atlético, bien parecido y una mirada que dejaba a cualquiera fuera de juego, limpia, penetrante sumamente intensa... no acostumbraba a tener problemas para conseguir lo que quería.

Ella era un par de años mayor, no excesivamente despampanante pero muy atractiva y segura de sí misma; cosa que la hacía más deseable sobre todo para él.

Ella era novia de uno de sus amigos, fue así como se conocieron, y desde un primer momento sus personalidades chocaron, pero ambos sabían en el fondo que la atracción, al menos para ellos, era evidente. Las miradas, los gestos, incluso un roce de los dedos los crispaba...aparentemente se hubieran matado y no se soportaban, pero era una manera de esconder la atracción que no querían que surgiera ante los demás.

Cada viernes solían ir a un lugar, a las afueras de la ciudad, donde se relajaban y se llenaban de energía para el largo fin de semana. Al pie de un barranco, al lado del rio por el cual corría agua muy fría, habían tres agujeros llenos de agua caliente, tres temperaturas distintas en las que se repartía la gente.

En la tercera poza estaban casi siempre las parejas. Ellos estaban allí aquella noche. Él solo, intentando refugiarse del resto, e inconscientemente intentando no alejarse de ella. Ella estaba con su novio.

Tras media hora de juegos bajo el agua su novio se cansó y se marchó a la poza más alejada con sus amigos, a echar carreras en el rio.

Quedaron ellos dos, junto con otra pareja que no se veían más que el uno al otro....Él se acercó, apenas veía su rostro pero notaba la respiración de ella, mas no dijo nada. Solo se fue acercando; y ella tampoco dijo nada, solo suspiró. Sobraban las palabras. Se colocó detrás de ella, abriendo las piernas para que se colocara en el hueco que dejó entre sus fuertes muslos. Ella sin rechistar se dejó llevar. No quería pensar.

Ella acerco su espalda al pecho de él. El desanudó la parte de arriba del pequeño bikini, que retiró y dejo a su lado, en la tierra. Las manos se movieron por los costados, ligeras, presurosas; desde la cintura al ombligo el camino de ascenso fue rápido, abarcando finalmente los pechos que se posaron en las palmas de sus manos.

Busco con los dedos los pezones ya duros a causa del roce de sus labios en el cuello. Los masajeo mientras ella apretaba su trasero contra la protuberancia que intentaba emerger del bañador.

Ella llevo la mano hacía atrás y busco el sexo erguido, ayudándolo a despojarse de la opresión de la tela. Él seguía masajeando los pechos duros por la excitación, mientras notaban el roce de la palma de la mano en su sexo hinchado.

Ella se dio la vuelta, él la ayudó cogiéndola de la cintura Con un movimiento rápido aparto el bikini y ayudo a que el pene se introdujera en su interior.

Ella al sentirlo dentro de su vagina lo cogió apretándolo con los músculos, se abrazó a los hombros fornidos de el, y dejo que él la moviera arriba y abajo. En silencio, apenas gimiendo levemente el uno en oídos del otro...

El orgasmo llego rápido. El tiempo que habían esperado y el posible peligro de ser descubiertos los excitó y les ayudo a llegar al clímax más rápidamente. Después un sencillo beso en los labios y nada de palabras de despedida.

Ella recupero su bikini y lo colocó, mientras él se alejaba tan sigiloso como llegó. A los cinco minutos volvió el novio. Ella lo besó recordando los labios suaves de su amante.

A la media hora marchaban todos a sus casas y ellos se miraban a los ojos, sin pudor, sin arrepentirse de lo ocurrido, pero sin saber si volvería a pasar, pero ninguno de los dos tenía la respuesta.

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